18 noviembre, 2005

DOMINGO XXXIV CRISTO REY. Mateo 25, 31-46


EL ALMA PERDIDA

Sólo excepcionalemente los hijos bien educados se extravian. De las aguas, importan sobre todo los manantiales. Y Cristo Rey, recordamos hoy, reina más que nada en los principios, allí donde las aguas nacen, donde los hijos empiezan. Luego, las aguas y los hijos, atraviesan casi solos y veloces las curvas de la vida, amparados con la firme memoria de sus principios.

Somos hijos de nuestra historia y en todos los crecimientos llevamos la infancia como una mano que ayuda, como una mano que advierte. Una infancia de catequésis, de estampas de primera comunión, de suficiente enseñanza religiosa, con la que hemos ido aspirando a ser mejores personas, mejores ciudadanos.

Por respeto a la decisión de cada uno y según su costumbre, este Rey Jesús de corona quitada, esta Majestad de toalla y pies lavados a sus discípulos, deja pronto libres a las aguas crecidas, sueltos a nuestros hijos adolescentes, confiado en el amor que llevan desde los valores sembrados. Ahora ellos deciden, pero es ya una libertad con caminos, no una decisión a ciegas en la selva.

Jesucristo es Rey de la justicia, de la verdad, de la libertad, del amor... es la sabiduría con que va vistiendo a las aguas --a nuestros hijos-- de transparencia y vida, el traje con el que es imposible pasar frío. Pues bien, a este Rey de los buenos oficios, de los ejemplos vividos, este Rey donde se ha mirado y con el que se ha vestido nuestra historia y nuestra cultura desde siglos, ahora quiere el gobierno de España quitarle la corona de la verdad, dejando los colegios huérfanos de su conducta y de su palabra, para que nuestros hijos no puedan alumbrarse con semejantes principios. La religión --dicen-- para las casas y, si se lleva a los colegios, será para que no valga nada y se vaya muriendo ella solita como se mueren los ríos que no reciben la lluvia.



NOS QUEDA LA PALABRA

Santa Teresa de Jesús se resistía a la llamada de Dios, ella lo escribe en el libro de Su Vida: "Andaba el Señor mirando y remirando como tornar dentro de mí, y yo me resistía".

Los jefes del los pueblos no han aprendido de la historia, de la simple contemplación, que el agua, como Dios, siempre busca resquicios por los que meterse dentro. El agua termina echando abajo muros, torres y tejados, como Dios aniquila los impedimentos para que por fin llegue al alma la luz. Si callan a los maestros de religión, hablarán las piedras y el agua de la verdad irá, poco a poco, acabando la muralla de lo que parecen castillos.