10 julio, 2010

DOMINGO XV del TIEMPO ORDINARIO ; Deuteronomio 30, 10-44 ; Lucas 10, 25- 37


EN EL CORAZÓN Y EN LOS LABIOS

El 30 de agosto de 1775, Voltaire escribía a Rousseau: No se pueden pintar con colores más fuertes los horrores de la sociedad humana. Nunca se ha empleado tanto espíritu para querer convertirnos en lo que no somos... Perdonen que una cita de autores tan poco evangélicos, en lo que sabemos, inicie esta reflexión en el domingo del buen samaritano.

Pero de alguna forma, este tiempo nuestro de trampas en la palabra de las leyes para que lo terrible aparezca como un progreso y lo vano como un prodigio, necesita advertencias como las de Voltaire y corazones como el de Jesucristo.

Un hombre apaleado y un remedio imprevisible para su desdicha, sería la escueta composición que hace hoy el evangelista de la misericordia. Un hombre que le han robado la cartera y casi le roban la vida, como a cualquiera de nosotros, en lo material o en los valores. Un hombre que pasaba por el escenario de su historia y se encuentra con los maleantes de turno. Varios, atareados en su prisa, pasan de largo. Sólo un samaritano aflora en su boca y en sus manos lo que Dios le ha puesto en su corazón, y con él, cambia de pronto la costumbre y el paisaje.

La costumbre, porque los samaritanos ni se sentían judíos ni amaban a los judíos:
con su comportamiento comienza una nueva manera de relación entre los pueblos. Y el paisaje, porque la presencia de la caridad de Cristo en el mundo viste los campos y los ríos, los valles y los montes, de hermosura.

Se precisan hoy samaritanos para que puedan abrirse paso los que quieren nacer. Samaritanos para los que viven aislados en las selvas o en las muchas soledades que trae consigo la injusticia. Samaritanos para que nuestros mayores se sientan vivos y necesarios y para que los pobres, los de alma y los de cuerpo, encuentren la mano amiga de tantos como pueden reconocer una mañana el amor grande con que Dios ha sellado su corazón.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me dió gusto encontrar esta página debido a mi interés por contactarme contigo después de tantos años.
Soy Alejandro de Buenos Aires, no sé si te acordarás pero me casaste y bautizaste a primera hija.
Te dejo mi mail para que te contactes ya que sería para mí una gran alegría. funesal@telecentro.com.ar