09 diciembre, 2012

DOMINGO II de ADVIENTO. Barruc 5,1-9 ; Lucas 3,1-6

S.Juan de la Cruz. CC.DD. Cádiz

LA SOLEDAD SONORA

Gracias a la liturgia, Adviento trae una salpicadura de semillas que dejan nuestro corazón sembrado de ejemplos y proyectos: La Inmaculada, con su limpia ternura disponible; San Juan Bautista, pleno de anuncios y firmezas; y la cautiva libertad de San Juan de la Cruz, extasiado y real, afilando  la presencia de Dios en su poema. Desde los tres, este segundo domingo de adviento reclama en nosotros identidad y esperanza con tres palabras clave: DESPOJO, CONVERSIÓN Y SOLEDAD.

Sólo el ángel pudo ver el rostro de la Virgen Santísima y comprobar el pálpito de su palabra ante el anuncio de que iba a ser la madre del Señor. Su despojo no fue sólo de cosas ni de tiempos ni de amores, sino de ella misma: aquí está la servidora... De su renuncia, se nos llenó la vida de abundancia.

San Juan Bautista fue prematuro en la alegría: ya desde el vientre de su madre supo distinguir la conmoción de una presencia y lo que se estaba jugando con nacer. Habló siempre claro, jugó a la carta de la verdad y ganó perdiendo la vida y la cabeza, pero su grito quedó en el desierto como una palmera indestructible: Convertíos.

Para convertirse es preciso escuchar la voz de dentro. Demasiadas angustias, continuas estridencias y ruidos, incertidumbres, comodidades y lamentos, atenazan el porvenir de la razón y el sentimiento en cada uno de nosotros como para que seamos capaces de buscar la soledad con sonidos de fray Juan. Para escuchar la voz de Dios es indispensable el silencio en que sólo puede entenderse la salvación que nos trae. Apetezcamos el descanso para navegar calladamente por los ríos interiores, donde siempre el paisaje es una invitación a nacer en Belén, a comenzar de nuevo.


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