02 febrero, 2013

DOMINGO IV del TIEMPO ORDINARIO. Jeremías 1,4-5ss ; I Corintios 12, 31ss ; Lucas 4,21-30

PERSONA Y PERSONAJE


 La brevedad y contundencia con que Jesús analiza el texto de Isaías que acaba de leer en la sinagoga de su pueblo, llena de asombro a sus paisanos:

-Todo lo que anunció el profeta se ha cumplido hoy


A eso había venido: a ponerle carne a la palabra, a cumplir con la salvación que su Padre había preparado para el mundo. Y sus paisanos, judíos como Él, acostumbrados a sentirse los elegidos de Dios, acostumbrados también a verle en los trabajos y en las plazas, en las fiestas familiares y en la rutina de sus tiempos, se sobrecogen de que sea Jesús quien hable de esa manera, quien vaya a traer en sus gestos promesas y milagros. Y se crecen al ver que es de los suyos.

El disgusto y el desprecio va a llegar cuando Jesús pronuncie los nombres de los apestados, de los marginados y leprosos, como ejemplos de entrega y sujetos de salvación. Cuando les diga a sus paisanos que los demás también tienen una cita con la vida. Los nazarenos festejan al personaje que ha de destacar el prestigio del pueblo, pero siempre y cuando permanezca en la contradicción de sus ritos. Pero Jesús se adelanta y les dice a su manera: Dejad que os hable sin la máscara con que habéis querido revestirme. Dios se ha constituido en mí Palabra y Persona, y vengo a recuperar los amores perdidos, las aguas derramadas, las lágrimas inútiles. Vengo a hermanar al mundo con el abrazo de mi Padre...

...Quisieron despeñarlo por eso. Pero Él se fue abriéndose paso, alejándose de los viejos corazones que le acompañaron en las plazas, en los ritos judíos, en las bodas y en los vinos. Se fue para darles un porvenir donde despeñar los rencores y alumbrar para el Israel nuevo un amor sin medida, una locura de amor incomprensible.  

Seguro que el Señor más de una vez se llevaría las manos al alma doliéndose de haber estado toda su juventud con una gente que no  había sabido reconocerlo. 

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