29 octubre, 2005

DOMINGO XXXI del Tiempo Ordinario. Mateo 23, 1-12

Con el Cura de Ars, S. Juan Mª Vianney

DICEN Y NO HACEN

En cuatro palabras, Jesús descubre la conducta de los fariseos: "dicen y no hacen", es decir, con la vida desmienten lo que piensan y así es imposible que tengan seguidores.

Ante la gran pregunta de siempre: "¿Quien dice la gente que es el Hijo del Hombre?", se puede responder desde muchos ángulos y criterios, pero lo que nunca puede ocultarse es que Jesús "habla con autoridad" porque cumple lo que dice. Esa es una de las grandes rezones que vincularán a la Historia siempre con el Mesías Jesucristo: él no echa fardos sobre nadie que antes no haya sopesado, ni prevee sufrimientos que él antes no soportara, ni habla de muerte sin abrazarse a la cruz, ni de vida sin cumplir con su Resurrección. Jesucristo soporta con el ejemplo cuanto predica y eso hace creíble su doctrina. De ese modo, los fariseos han desaparecido "oficialmente" y los cristianos seguimos al que permanece.

Sin embargo, los responsables de comunicar la Palabra de Dios, no siempre son --o somos-- fariseos por "decir y no hacer", a veces, muchas veces, se trata de impotencia: vemos con el corazón lo que después las manos no alcanzan, aún la virtud no ha doblegado la débil voluntad. Estamos a la espera de parecernos al Santo Cura de Ars que abrió su pecho a la luz dejando que el mundo reconociese en él la dulce fatiga se servir.

VOSOTROS SOIS TODOS HERMANOS

Son insuperables las palabras de San Pablo a los Tesalonicenses: "Tanto os queríamos que estábamos dispuestos a daros no sólo el Evangelio de Dios, sino nuestras propias vidas. ¡Habéis llegado a sernos entrañables".

El ser humano vive en permanente guerra consigo mismo (en sueños lucho con Dios y despierto con el mar, escribía Machado), pero lo único que puede ser terrible en esa guerra es que no haya tiempo para dedicar al hermano; que, por el egísmo de lo propio, echemos al olvido la urgencia del amor que reclama aquel que aún es más pobre que nosotros. Ninguna batalla personal se gana excluyendo al amigo del sitio que en mi corazón le pertenece. Ninguna victoria es cierta si se ignora al prójimo que pasa dolorido por mi puerta. Si no actuáramos desde el amor entrañable, habríamos perdido las gafas de ver la verdad. Permitidme un poema hermoso de Muñoz Rojas:

"Señor que me has perdido las gafas,
Por qué no me las encuentras?.
Me paso la vida buscándomelas
Y tú siempre perdiéndomelas,
Me has traído al mundo para esto,
Para pasarme la vida buscando unas gafas,
Que estás siempre perdiéndoseme?.
Para que aparezca este tonto
Que está siempre perdiendo sus gafas,
Porque tú eres, Señor, el que me las pierdes
Y me haces ir por la vida a trompicones,
Y nos das los ojos y nos pierdes las gafas,
Y así vamos por el mundo con unas gafas que nos pierdes y unos ojos que nos das,
Dando trompicones, buscando unas gafas
Que nos pierdes y unos ojos que no nos sirven.
Y no vemos, Señor, no vemos,
No vemos Señor".

Dando nuestra vida por ellos, les estamos dando también el Evangelio.